Aprendiendo a controlar el multiverso y al mismo tiempo salvando su propio universo. Dr. Strange In the Multiverse of Madness (En el multiverso de la locura).
Siempre había imaginado que el atractivo del
multiverso radicaba en su infinita posibilidad. Imaginar que el único límite de
la existencia es la amplitud de nuestra propia imaginación: que cualquier cosa
que podamos conjurar podría estar ahí fuera, nacer en un universo alternativo.
Bueno, gracias, Marvel,
por mostrarme lo equivocada que estaba. Resulta que el punto del multiverso, y
de Doctor
Strange in the Multiverse of Madness son sus cameos. Podrían existir un
millón de universos, y todos contendrían apariciones sorpresa de personas y
cosas por las que los fans pueden gritar y gritar, antes de comprarlos como
juguetes a la salida del cine.
En efecto, cualquier oportunidad de poner en
serio la “locura” en este multiverso se ve frustrada por los deseos abarrotados
y entrecruzados de sus tres personajes principales. Strange, quien ya rompió el
multiverso una vez en No Way Home, todavía lidia con las mismas dificultades
con las que se ha enfrentado desde su película en solitario de 2016: sopesar la
responsabilidad y el riesgo personal. Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen),
mientras tanto, se ha transformado por completo en la personalidad obstinada y
trágica de “Bruja Escarlata” que descubrió en la serie del año pasado, WandaVision,
la cual se emitió en Disney+,
no se detendrá ante nada para reunirse con los dos hijos que conjuró en su
mente. Un nuevo héroe, America Chávez, también ha
salido al azar de un portal. Como pronto descubrimos, tiene una tendencia a
saltar universos cada vez que está bajo presión y el objetivo de ella y de Stephen
es controlar ese gran y maravilloso poder.
Ahora bien, se desarrolla en su máximo esplendor
una Wanda, más madura, pero malévola con el único objetivo de poder encontrar a
sus hijos que ella sabe que existen, pero se encuentran en otro universo,
queriendo encontrar y arrancarle sus poder a América, para poder llegar a ellos,
al ir arrasando todo a su paso y acabando con muchos personajes entrañables del
UCM repitiendo: “No soy un monstruo, soy una madre” hasta el hastío.
Finalmente, Multiverse of Madness nos
brinda lo que muchos fanáticos de MCU han pedido a gritos: en primer lugar, un
poco de sangre real, gore y violencia, incluso si se entrega de la manera más
familiar posible. En segundo lugar, un poco más de brillo y color. Raimi es el
director ideal para ofrecer ambas cosas. El Raimi que conocemos nos trae globos
oculares arrancados, demonios resucitados y ángulos de cámara temblorosos y
demoníacos. El Raimi que dirigió la trilogía original de Spider-Man nos ofrece
un puñado de secuencias que parecen haber sido arrancadas de las páginas de un
cómic. Se deleitan con los actos heroicos algo tontos de los superhéroes de
corazón puro.
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